ATENCIÓN

ATENCIÓN: la percepción requiere participación

sábado, 24 de septiembre de 2011

DISPARO

El hombre me encañona con el arma y me obliga a cavar. Yo grito, le imploro que me deje, le pregunto por qué me hace esto. Pero él hace caso omiso a todo cuanto le digo y me hace entender que si no trabajo me meterá una bala en la cabeza. Así que decido hacerlo. Cavo. Al menos con este tedioso trabajo postergo ese último momento, el sonido atronador de una pistola escupiendo plomo y pólvora. Mientras saco tierra del hoyo mis pensamientos vuelan rápido. Primero pienso en lo cruel que es obligar a un hombre cavar su propia tumba. Nadie debería hacerlo. Luego pienso en los motivos que empujan a un hombre a poner punto y final en la vida de otro hombre. Después pienso y trato de encontrar sin éxito los motivos que me han llevado a esta situación. Por último pienso en lo costoso que es hacer un agujero en el suelo duro, en el medio de la nada. Llevo largo rato trabajando y cavando y el hombre me dice que ya basta. Sigue apuntándome. Me dice que salga del agujero. Yo lo hago, y una vez fuera cierro los ojos y espero el sonido que precede a la muerte. Suena el disparo, y luego escucho un ruído sordo. Cuando abro los ojos comprendo lo que ha ocurrido. El hombre se ha disparado en la sien y ha caído redondo dentro del agujero, ya muerto, como si esta complicada acción hubiera sido ensayada al menos mil veces. Ahora debo cubrir el agujero. Resignado tomo las herramientas y empiezo a trabajar de nuevo.

martes, 20 de septiembre de 2011

SUEÑOS TRUNCADOS

El ladrón entra con sumo sigilo en la habitación. Por un momento observa a quien duerme en la cama como si nada ocurriera y piensa que el oficio de ladrón no es bueno. Aparta extraños pensamientos y comienza a buscar. Revuelve en silencio las estanterías, el armario, el escritorio. La caja donde está el botín aparece en el cajón de la mesa de noche. Trata de sacar la caja en silencio, pero por mucho cuidado que pone en la labor no es capaz de evitar que las monedas choquen entre si haciendo un ruido que en la tranquilidad de la noche suena atronador. "Papa, ¿eres tú?" "Si mi vida, soy yo. Siento haberte despertado. No pasa nada. Vuelve a dormir." El niño se gira y antes de acabar el giro ya está de nuevo profundamente dormido y sueña con la bici que se comprará algún día con sus ahorros.

sábado, 17 de septiembre de 2011

LA DECISIÓN

El joven mira las dos cartas de rechazo de la escuela de arte, donde tiene depositadas todas sus esperanzas, en una de sus manos y las dos cápsulas de cianuro, una por carta, en su otra mano. Cierra los ojos, decidido a tomárselas. Y por un momento la humanidad respira tranquila. Pero al momento siguiente el joven decide posponer su suicidio. Lo hará más adelante. Quizás hasta encuentre alguien con quien compartir la cápsula de sobra. La humanidad tiembla.

jueves, 15 de septiembre de 2011

EL CAÍDO

Trabajo realizado a partir del poema de Poe "El Cuervo" 
Que se tome como un homenaje, humilde homenaje...
Se incluye otro homenaje y textos en inglés y castellano...


Aquí estoy, en el suelo. Miro al frente y trato de levantarme. Algo me lo impide. Algo que hace tan solo un rato me rondaba por el cuarto. Yo leía, sin pensar. Fuera de mí, en el cuarto, silencio. ¿Música? El silencio, loco ser que tranquiliza y, además, enloquece. Que grita, y le escuchas, y de pronto calla porque alguien habla.


Yo leía, y el silencio gritaba. De pronto calló porque alguien me susurró al oído. No era el silencio, nadie se encontraba en el cuarto, pero el susurro, que no claro, sí era evidente. Abandoné la lectura por un momento, no asustado, no molesto, quizás algo curioso y tranquilo.

La bombilla hizo un extraño. Tembló, y de pronto murió, sumiendo el cuarto en penumbra. Y con su muerte se hizo también la irrealidad. Más aún cuando me levanté y encendí una vela porque nada es lo mismo si se ilumina con su caprichosa luz. La llama baila; y al son de su música, la sombra de los objetos. Todas las cosas reales murieron. Alguien susurró de nuevo en mi oído, pero al girarme, solo vi una habitación vacía de objetos vivos. Pero allí, en la oscuridad, donde mi vela no podía iluminar, se dibujó una sonrisa, pude verlo con claridad. Una sonrisa que se ocultaba en los huecos muertos donde no podía llegar la luz.

Me encuentro tirado en el suelo. No puedo moverme. El ser que me lo impide está dentro de mí. Antes me observaba, desde siempre lleva observándome, y yo intuía su presencia mucho antes de que se abalanzara sobre mí.

No puedo moverme. Nadie puede socorrerme ya. Si no me hubiera desterrado hace tiempo y no hubiera elegido esta vida solitaria, tal vez alguien me echaría de menos, y, al buscarme, me encontraría aquí tirado. Alguien que sabría que hacer conmigo. Pero nadie tengo ya fuera de estas cuatro paredes. Asumo eso.

Comienzo a leer mentes. La del cartero extrañado de que nadie recoja la correspondencia. La de una vecina que ahora descubro que me miraba en el ascensor de reojo y con cierta lascivia y que piensa que me habré ido de viaje porque hace tiempo que no me ve. La de mi casero que es feliz porque tiene una cuenta corriente donde domiciliar el alquiler por mucho tiempo y porque su inquilino no protesta aunque las bombillas dejen de iluminar, o aunque un oler fétido, como el de un cadáver en descomposición, comience a bañarlo todo... ¿y ese olor?

Desde el suelo, veo el techo del cuarto, no puedo moverme. Al percibir ese olor comencé a verlo claro. Los recuerdos son cada vez más nítidos. Recuerdo unos ojos vidriosos ante un espejo, convulsiones, la caída hacia atrás, el golpe, la sensación del bote de somníferos rodando por mi mano... Deseo con fuerzas que alguien me encuentre, y de algún modo me libre de este suplicio que es la conciencia en un cuerpo muerto, castigo de una muerte prematura, de un suicido.




http://youtu.be/hAdrEQg71_g


Edgar Allan Poe
(Boston, 1809 - Baltimore, 1849)


el cuervo
Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos.  Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!




The Raven

[First published in 1845]
Once upon a midnight dreary, while I pondered weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of some one gently rapping, rapping at my chamber door.
`'Tis some visitor,' I muttered, `tapping at my chamber door -
Only this, and nothing more.'

Ah, distinctly I remember it was in the bleak December,
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow; - vainly I had sought to borrow
From my books surcease of sorrow - sorrow for the lost Lenore -
For the rare and radiant maiden whom the angels named Lenore -
Nameless here for evermore.

And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me - filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating
`'Tis some visitor entreating entrance at my chamber door -
Some late visitor entreating entrance at my chamber door; -
This it is, and nothing more,'

Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
`Sir,' said I, `or Madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you' - here I opened wide the door; -
Darkness there, and nothing more.

Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the darkness gave no token,
And the only word there spoken was the whispered word, `Lenore!'
This I whispered, and an echo murmured back the word, `Lenore!'
Merely this and nothing more.

Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping somewhat louder than before.
`Surely,' said I, `surely that is something at my window lattice;
Let me see then, what thereat is, and this mystery explore -
Let my heart be still a moment and this mystery explore; -
'Tis the wind and nothing more!'

Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately raven of the saintly days of yore.
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he;
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door -
Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door -
Perched, and sat, and nothing more.

Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
`Though thy crest be shorn and shaven, thou,' I said, `art sure no craven.
Ghastly grim and ancient raven wandering from the nightly shore -
Tell me what thy lordly name is on the Night's Plutonian shore!'
Quoth the raven, `Nevermore.'

Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning - little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door -
Bird or beast above the sculptured bust above his chamber door,
With such name as `Nevermore.'

But the raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only,
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing further then he uttered - not a feather then he fluttered -
Till I scarcely more than muttered `Other friends have flown before -
On the morrow he will leave me, as my hopes have flown before.'
Then the bird said, `Nevermore.'

Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken,
`Doubtless,' said I, `what it utters is its only stock and store,
Caught from some unhappy master whom unmerciful disaster
Followed fast and followed faster till his songs one burden bore -
Till the dirges of his hope that melancholy burden bore
Of "Never-nevermore."'

But the raven still beguiling all my sad soul into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird and bust and door;
Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore -
What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore
Meant in croaking `Nevermore.'

This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom's core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion's velvet lining that the lamp-light gloated o'er,
But whose velvet violet lining with the lamp-light gloating o'er,
She shall press, ah, nevermore!

Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor.
`Wretch,' I cried, `thy God hath lent thee - by these angels he has sent thee
Respite - respite and nepenthe from thy memories of Lenore!
Quaff, oh quaff this kind nepenthe, and forget this lost Lenore!'
Quoth the raven, `Nevermore.'

`Prophet!' said I, `thing of evil! - prophet still, if bird or devil! -
Whether tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted -
On this home by horror haunted - tell me truly, I implore -
Is there - is there balm in Gilead? - tell me - tell me, I implore!'
Quoth the raven, `Nevermore.'

`Prophet!' said I, `thing of evil! - prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us - by that God we both adore -
Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore -
Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?'
Quoth the raven, `Nevermore.'

`Be that word our sign of parting, bird or fiend!' I shrieked upstarting -
`Get thee back into the tempest and the Night's Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken! - quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!'
Quoth the raven, `Nevermore.'

And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon's that is dreaming,
And the lamp-light o'er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted - nevermore!

martes, 13 de septiembre de 2011

AMORES POSIBLES

El clown miró al maniquí con cierto recelo.
-Ésta no es mi mujer. ¡No puede ser mi mujer!
-Lo se. Es... un maniquí...
-Si no es eso. Soy un payaso. Perfectamente podría enamorarme de un maniquí. Pero no de éste. Éste es frío. Le falta... ¡algo!
Y con suma delicadeza trasformó la nada que había en su mano en una nariz roja y redonda que puso con delicadeza en el maniquí.
-Ahora si.
Y volviéndose dijo:
-Os presento a mi mujer. Miradla. ¿No es preciosa?

domingo, 11 de septiembre de 2011

SALVAVIDAS

Me adentré en el mar de tus ojos y comencé a ahogarme. Tuviste que hacerme el boca a boca para devolverme a la vida. A tu vida.

jueves, 8 de septiembre de 2011

SIN RECUERDOS

Crucé el paso de peatones. Al llegar a la otra acera fui consciente del ruido sordo tras de mi seguido del alboroto causado por gente alterada y un acelerón brusco, como si se tratara de un coche dándose a la fuga. Al girarme me vi a mi mismo tirado en el suelo rodeado de curiosos, atropellado por ese coche que se saltó el semáforo en rojo. Luego fue cuando vi la luz. Y después... de después ya no recuerdo nada más...

miércoles, 7 de septiembre de 2011

FINALES IMPOSIBLES

Y te besé lo peor que pude, lo peor que supe, de la más mala manera en que fui capaz. Pero un beso jamás puede usarse para poner fin a una relación. Aún sigues ahí, aún estoy aquí. Besándote, besándome. Besándonos.

martes, 6 de septiembre de 2011

LÁGRIMAS SINTOMÁTICAS

El hombre se gira y ve a la bella mujer. Pero eso no es lo que llama su atención. Lo hace una lágrima que cruza su mejilla dejando un surco brillante. El hombre la adivina triste. Quiere consolarla. Se levanta y con paso tímido se dirige hacia ella. En su cabeza pelean un millón de ideas que luchan por demostrar cuál es la mejor para iniciar la conversación. Pero algo llama su atención y la batalla se interrumpe. Un bote de colirio en la mesa de la mujer da una explicación coherente a la lágrima intrépida. Este hecho sirve para que el hombre esquive en el último momento a la mujer y aproveche para salir del café-bar salvándose con ello de hacer el ridículo al tratar de consolar a la mujer por tener unos ojos secos.

lunes, 5 de septiembre de 2011

APUESTA GANADA

Apostamos quién era capaz de aguantar más en la vía antes de que pasara el tren. Tonto, tu dinero estaba perdido desde el momento en que yo tenía la intención de suicidarme y tú no. Mientras alguien levanta mis restos esparcidos por las vías pienso que han sido los 5 centavos mas fáciles de ganar de toda mi vida.