El clown miró al maniquí con cierto recelo.
-Ésta no es mi mujer. ¡No puede ser mi mujer!
-Lo se. Es... un maniquí...
-Si no es eso. Soy un payaso. Perfectamente podría enamorarme de un maniquí. Pero no de éste. Éste es frío. Le falta... ¡algo!
Y con suma delicadeza trasformó la nada que había en su mano en una nariz roja y redonda que puso con delicadeza en el maniquí.
-Ahora si.
Y volviéndose dijo:
-Os presento a mi mujer. Miradla. ¿No es preciosa?
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