Algunos lloran. Y es que la escena es triste. El campo de batalla está desolado. Decenas de cadáveres cubren el terreno. El dios gigante ha decidido arrasar con todo a pesar de rezos y ofrendas. Su poderoso dedo ha aplastado una y otra vez. Y cuando todos corrían un llama de fuego que bajó desde el mismo cielo ha abrasado todo cuanto quedaba con vida. Y como la destrucción llegó se fue. Y es que el niño fue llamado por su madre. Y este, con su lupa nueva en la mano, corrió hacia su casa dejando atrás lo que quedaba del hormiguero.
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