ATENCIÓN

ATENCIÓN: la percepción requiere participación

martes, 20 de julio de 2010

LA CHICA DE LA CUARTA FILA

Un foco me ilumina por la espalda cuando el telón se abre de modo que mi rostro está sumido en tinieblas para el público. Los primeros acordes comienzan a sonar. Y de pronto todo se detiene. Todos, el público, los bailarines, tú, yo, todos contenemos la respiración. Y aunque la música sigue sonando, los instantes se suceden lentamente, casi estáticos. Y un movimiento nace desde lo más profundo de mi ser, pero yo lo mantengo, empieza a crecer dentro mío, pero yo lo mantengo, lucha por salir, pero yo lo mantengo, es casi un rugido, pero yo lo mantengo. Lo mantengo hasta que ya no puedo más, hasta que ese movimiento es lo suficientemente maduro como para permitirle que use mi cuerpo como lenguaje. Y en ese momento mi brazo se lanza al espacio rompiendo el vacío. Y tras el brazo, todo mi cuerpo. El resto de bailarines, que también habían aguantado su parte, ahora también me siguen con gracia y soltura. Por un momento nos sentimos, me siento utilizado por ese caprichoso movimiento. Pero me da igual. Me veo obligado a sentirme mecido entre segundos, entre notas, entre acordes. El resto de bailarines cae. Solo yo y otra mujer, otra bailarina quedamos en pie. Un abismo de cuerpos tendidos entre nosotros pero nos vamos acercando. Cuando estamos cerca uno del otro volvemos a domar el movimiento y lo retenemos, lo mantenemos. En ese momento la iluminación cambia y un foco alumbra nuestros rostros. Tú me reconoces al fin y yo sonrío. Todo el público piensa que mi sonrisa es dedicada a ellos pero tú y yo sabemos que no es así, es a ti. Permito entonces, y sólo entonces, que el movimiento salga de nuevo y la bailarina y yo interpretamos un duo caliente y sensual, abandonados completamente a eso que está dentro nuestro. La pieza toca a su fin y es en esos momentos cuando tú sientes el arrepentimiento. Tú, que estás sentada en esa cuarta fila, te arrepientes. Pero sentimiento y movimiento son similares y se trasforman con suma facilidad. Y el arrepentimiento torna en celos cuando mi último movimiento me empuja hacia la otra bailarina y esa coreografía finaliza con un beso.


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