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ATENCIÓN: la percepción requiere participación

jueves, 17 de febrero de 2011

OJOS VENDADOS


Cuento que surge de trabajar con la letra de la canción “Ojos Vendados”
de Loquillo y los Trogloditas

El dolor en sus muñecas era casi insoportable. Las ataduras que le aprisionaban las manos eran muy fuertes. Forcejeó. Pero eso empeoraba la situación, el roce con la carne de las cuerdas destrozaba la piel y se hundían en ella.
Sus ojos estaban vendados. Lo habían estado durante horas.
Trató de recordar, de hacer memoria. La carretera vieja. Un coche en la cuneta. Tres sombras haciendo señas para que se detuviera. Al bajar del vehículo, una paliza. Golpes hasta que quedó reducido en el suelo. Unas esposas. Unas cuerdas. Una capucha. Su cuerpo tendido en el maletero de su propio coche. Y un solo recuerdo, un solo pensamiento. Su amada le esperaba en el pueblo siguiente, en la plaza, en el banco bajo el nogal, como todos los viernes, tras salir de trabajar, esta vez, ajena a todo lo que ocurría. Esperando, siempre esperando. Y luego nada más. No recordó nada más.
Alguien entró en la sala. Al tratar de balbucear un grito de dolor sintió la mordaza. Gritó. Pero la tela en su boca amortiguó los sonidos hasta hacerlos casi inaudibles. Sintió entonces el dolor agudo en el estómago. Alguien acababa de golpearle con fuerza, tal vez la misma persona que había entrado en la sala.
Otras dos personas entraron después. Lo supo por que lo hicieron conversando despreocupadamente.
-Ha despertado.
-Estupendo. Daremos una lección a este violador de mierda.
El reo escuchó este breve parafraseo y trató de darle coherencia en su cabeza. No fue capaz. Un instante después recibió un fuerte golpe por encima del cuello. Cayó al suelo. Trató de gritar. Más golpes. En las piernas, en la cabeza, en el estómago. Pero las cuerdas y la mordaza estaban demasiado fuertes. No pudo defenderse. Se abandonó en el suelo y soporto como pudo el dolor, preguntándose por qué. Por qué estaba ocurriendo todo aquello. No obtuvo respuesta. Sus captores golpeaban en silencio y su cabeza, saturada, sólo le traía a la mente el recuerdo de su amada.
Lo levantaron. Una luz cegadora golpeó sus ojos. Le habían quitado la venda. Pero no pudo ver nada. Demasiadas horas sumido en la más profunda de las oscuridades. Demasiados golpes en la cara habían hinchado su rostro. Los captores sabían esto cuando le retiraron el trapo.
-Ahora vas a saber que se siente, hijoputa.
Y sintió como le bajaban los pantalones. Sintió como en poco tiempo había caído en un estado de indefensión y apenas podía poner resistencia. Sintió como le daban la vuelta y como lo colocaban de cintura para arriba sobre una mesa.
-Espera, quiero oírle gritar. Aquí no le escuchará nadie. Quiero oírle gritar.
Le quitaron la mordaza. La boca le dolía, se sentía los labios hinchados y la lengua completamente seca. Trató de balbucear algo, pero aún no podía. Ni siquiera sabía que decir.
Sintió algo duro y frío en su piel. Pudo adivinar que era como una barra metálica, o quizá un rastrel de madera, en su culo. Trató de resistirse al comprender que iba a pasar. Pero dos de sus captores lo retenían con fuerza. La barra se introdujo dentro suyo y esta vez sí pudo emitir un sonido: un grito desgarrador.
Unos minutos después ya no sentía la barra, aún así siguió gritando, dejándose la voz en cada aspiración. No sentía la barra, sólo sentía dolor y humillación.
-Esto no es suficiente. Quiero humillarlo aún más. Voy a penetrarlo yo, por mi hermana. Lo haré yo.
Sintió un cambio de posiciones en sus captores. El que tenía la barra la tiró al suelo, era metálica, lo supo por el sonido, y se colocó a su lado para asirle con fuerza.
El reo volvió a sentir en su culo una sensación de presión, parecida a la de antes, solo que esta vez más cálida. Quiso gritar más fuerte, mucho más fuerte. Pero esta vez trató de contenerse. Tan solo lloró. En silencio.
-¿Qué se siente, hijoputa, al ser violado? Cabrón de mierda... ¿qué se siente? ¿Le preguntamos a mi hermana?
-¿Por qué me hacéis esto? ¿Por qué? -Y entre sollozos, la última palabra se juntó con un grito. Esto debió excitar al captor. Sintió un liquido resbalando entre sus piernas.
Volvieron a ponerle la venda y la mordaza. Le subieron los pantalones y le dejaron tirado en el suelo. Él siguió llorando, y en su cabeza, el recuerdo de su hermosa chica, esperando, esperándole en la plaza, en el banco debajo del nogal, como todos los viernes, tras salir de trabajar, esta vez, ajena a todo lo que ocurría. Esperando, siempre esperando. El reo inocente había perdido toda esperanza. Jamás volvería a besar los labios de la mujer que amaba.
Los minutos se enmarañaron con las horas y perdió la noción del tiempo. Estaba inmerso en una gran pesadilla de golpes, y vejaciones, y violaciones, y maltratos, cuando sus captores entraron, discutiendo, en la sala.
-Pero ha tenido que ser él. Mi hermana lo reconoció.
-Pues está claro que se equivocó.
-¿Y que hacemos con éste?
-Le soltaremos. Ni siquiera nos ha visto la cara.
Y de pronto el silencio. Los tres captores miraron al reo, sentado en el suelo, ensangrentado, devolviéndoles la mirada. En un forcejeo había conseguido quitarse la venda y ahora les miraba fijamente.




http://www.youtube.com/watch?v=UWUeJ9SHb2A


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