La puerta de la cafetería se abre. Él entra. Con paso lento, pero firme, llega a la barra. Mira a lo largo de ella como buscando a alguien. No es así. El camarero se acerca. Hablan, él sonríe, como si tratara de ligar, o como si quisiese dar celos a alguien. Si es eso, sabe que no lo consigue. El camarero se dirige hacia la máquina de café. Coge una taza grande. En el dosificador pone dos cargas. Prepara el servicio y se lo lleva junto con el café cuando éste está servido. Junto a la taza deja una pequeña lechera de metal. Él se gira, observa el local lleno de gente, casi todas las mesas, no todas, están ocupadas. Se vuelve sobre sí mismo de nuevo, sobre el café. Vuelve a sonreír al camarero y éste le devuelve la sonrisa, como si tratara de dar celos a alguien. Si es eso, sabe que lo consigue. Él se sirve la leche, el azúcar, remueve con la cucharilla y se quema los labios por la precipitación. Respira hondo. Toma su taza y se acerca hasta mi mesa. Se sienta en la silla libre. Respira. Ya no sonríe. Está como ausente. Ni si quiera mira ya al camarero. De su abrigo, que ni si quiera se ha molestado en quitar, saca un paquete de tabaco de liar. También papel, también un mechero. Sin decir nada se lía un cigarrillo, lentamente, concentrado. Muy concentrado, o al menos eso trata de aparentar aunque no está seguro de para quien. Lo enciende, da un par de caladas, sus labios juegan con el humo. Apura el café, ya está casi frío. Posa la ceniza en el cenicero y deja también el cigarrillo. Se levanta. Mira hacia la puerta. Se va. Me imagino con la cabeza en mis manos, llorando, pero no lo hago. En cambio agradezco que no haya montado un numerito, hay demasiadas personas en la cafetería y siempre llama la atención ver a un par de maricones discutiendo. No sé si volverá a su vida heterosexual, o seguirá siendo un gay reprimido oculto bajo una fachada de bisexualidad. Sólo sé que en cualquiera de las vidas que elija yo no estaré. Eso me entristece y a la vez me alegra. Pienso en nuestra relación y me doy cuenta de que este encuentro en esta cafetería lo resume a la perfección. Él entra, y sin apenas mirarme, sin ni siquiera hablarme, se va. Se va sin pronunciar una palabra.
Dejeuner du matin
Jacques Prévert (1900 - 1977)
Il a mis le cafe
Dans la tasse
Il a mis le lait
Dans la tasse de cafe
Il a mis le sucre
Dans le cafe au lait
Avec la petite cuiller
Il a tourne
Il a bu le cafe au lait
Et il a repose la tasse
Sans me parler
Il a allume
Une cigarette
Il a fait des ronds
Avec la fumee
Il a mis les cendres
Dans le cendrier
Sans me parler
Sans me regarder
Il s'est leve
Il a mis
Son chapeau sur sa tete
Il a mis
Son manteau de pluie
Parce qu'il pleuvait
Et il est parti
Sous la pluie
Sans une parole
Et moi j'ai pris
Ma tete dans ma main
Et j'ai pleure.
Desayuno
Echó café
en la taza.
Echó leche
en la taza de café.
Echó azúcar
en el café con leche.
Con la cucharilla
lo revolvió.
Bebió el café con leche.
Dejó la taza
sin hablarme.
Encendió un cigarrillo.
Hizo anillos
de humo.
Volcó la ceniza
en el cenicero
sin hablarme.
Sin mirarme
se puso de pie.
Se puso el sombrero.
Se puso el impermeable
porque llovía.
se marchó
bajo la lluvia.
Sin decir palabra.
Sin mirarme.
Y me cubrí
la cara con las manos.
Y lloré.
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